AQUEL ATARDECER DE JUNIO

Aquel atardecer de Junio arrodillado justo enfrente a la mesa

de roble envejecido, aquélla que construiste para nuestros descansos

la misma que tu paciencia moldeó con tu incansable temple,

hoy se anegaba en llanto.

Aquel atardecer de Junio mis manos temblorosas se sostenían a la mesa de roble envejecido rememorando esos capítulos que hoy perturban aún más mi sosegado aliento.

Aquel atardecer de Junio hinqué mis trémulas rodillas en el fango de la ira y la consternación por tu ausencia.

Aquel atardecer de Junio las gotas de tristeza y de dolor que no cesaban de caer de aquel cielo nublado de añoranza, seguían inundando mis pueriles recuerdos por tu partida.

Aquel atardecer de Junio mi niñez emergía intrépido, desorientado, consternado y ofuscado sabiendo que el velo de tu amparo seguía allí en medio de aquella mesa de roble envejecida.

Aquel atardecer de Junio volví a corretear sin miedo a nada, corría tan de prisa a tu alrededor que tus piernas no me daban alcance, sin embargo tu mirada seguía sosteniendo mi ingenuidad y mi confianza.

Aquel atardecer de Junio mi rebeldía e ingenuidad volvían a zarandearte en lo más profundo de mis recuerdos, ésta vez al filo de mis ojos cansados y de la mesa de roble envejecido como testigo.

Aquel atardecer de Junio corrí, corrí y corrí con los cordones sin atar, corría tan deprisa que no pudiste evitar mi tropiezo.

Aquel atardecer de Junio mi cuerpo se llenó de infinitas emociones, aflorando mi estupidez escondida en el cofre de la soberbia que atrapó la niñez y mi juventud gloriosa, que tus manos moldearon con sapiencia y sabiduría, en el cofre de la ingratitud y antipatía.

Cada gota de agua que este atardecer vierte sobre mí, va rozando mi soledad, anegando mi patio de mi alma de desdicha e infortunio por tu ausencia.

Aquel atardecer de Junio veía caer lentamente las hojas de aquel envejecido árbol que un día sembramos en el tiempo y que hoy sostiene cada una de las gotas acumuladas del llanto de mis ojos, que son los tuyos.

Este atardecer de Junio has vuelto a arroparme.

Entre mis manos la candidez del viejo tiempo me lleva sobre sus hombros.

Padre, donde quieras que estés, aprieta mi mano más fuerte, porque tu sangre y tu aliento siguen caminando a mi lado.

La bendición.

el-hombre-sensible

JOSE LARA FUENTES

4 thoughts on “AQUEL ATARDECER DE JUNIO”

  1. Magnífico y muy potente, José, como todo lo auténtico. Muchos nos reprochamos inútil y tristemente, lo que dejamos de hacer y decir a nuestros seres más queridos. La vida avanza en su inexorable camino y seguimos viviendo a los que se fueron en sus gestos, en sus afectos, en sus obras y en todos los recuerdos, -es seguro que, tampoco ellos, hubieran querido dejarnos alguno de ellos-, pero nos da igual y creo que a ellos, también, nos quedamos con el todo de cada uno. Y mientras, seguimos viendo y recordando sus obras y su paso, viviendo entre nosotros.
    Un abrazo

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