Cuánto reproche al hombre de fe, cuánto castigo a sus macilentos ojos.
Será que nunca habrán visto el llanto caer desde el espejo húmedo de clonados ojos.
¡Oh, intrusa de cualquier tiempo, tu veneno cayó en el vientre puro embarrando de boñiga
la primeriza conciencia!
¿Qué pretenden demonios de nuestro tiempo?
Qué pretenden, que sigamos labrando la tierra, hasta que haya algún vestigio de libertad, y nuestra lengua se desagua como nuestra conciencia y seguir castigándonos solo porque pertenecemos a una estirpe de sangre fallida.
¿Qué delito hemos cometido?
¿Quiénes ciegan nuestros deseos más pueriles?
¡Hemos sido mil veces ignorados por del trajín de la misma tormenta humana!
Los suspiros del hombre en esta eternidad frustrada
son solo una súplica y hasta un ruego moribundo acercándose a su final.
José Lara Fuentes @